sábado, 2 de diciembre de 2023

57.- El Cristianismo siempre tuvo razón

  "El Cristianismo siempre tuvo razón"


-Jesucristo es Dios-


O de como una Idea genial, siempre, estuvo mal vendida. 


En el ambiente rosicruciano, desde el Siglo XIX, con las contaminaciones orientales por parte de la Teosofía, siempre se ha diferenciado la figura de Jesús, como Humano, de la de Cristo como una parte inherente a Dios; es decir, la Chispa de Espíritu durmiente en la forma del Átomo Simiente, que todos llevamos en nuestro interior y que al despertar se convierte en nuestro verdadero Maestro, en el Salvador de nuestra Personalidad actual y en lo único importante que merece ser preservado. Lo cual, no implica que pudiera ser eliminado, dado que su Naturaleza, siendo parte de Dios, como el Hijo, es Eterna e inmortal.


Algunos grupos rosicrucianos se centran más en el aspecto divino crístico que en el Humano, de Jesús. Otros, por el contrario, aún realizando esa errónea división entre Jesús el Hombre y Cristo, tal que Dios, se han empecinado, mediante las ilusorias incursiones en la Memoria del Planeta, construir toda una estructura acerca de los años perdidos de Jesús cuando era un niño y un adolescente.


Los estudiantes rosacruces jamás entraremos en lo que consideramos como secundario, la naturaleza histórica de Jesucristo; en tanto que su significado simbólico, en tanto que paradigma crístico, es considerado mucho más importante que la posible existencia real, con el nombre de Jesús, en tanto que Personaje Histórico 


Así las cosas, dejaremos que sean los historiadores quienes diluciden si existen o no datos suficientes para avalar la existencia histórica de Jesús de Nazaret. Una Historia que, por otro lado, eruditos como Don Antonio Piñero no ponen en duda.


Para los Rosacruces no es importante la existencia del Personaje como Jesús, como Apolonio de Tiana o con cualquier otro nombre; en tanto que lo importante es el significado simbólico del Personaje. Eso no quita para que aplaudamos cualquier tipo de investigación histórica, veráz, que pudiera resolver el Misterio.


Comenzamos con la importancia simbólica del nombre de Jesús que significa "El Salvador"; por otro lado tenemos que el nombre de Cristo significa "El Mesías" que es lo mismo que el "Ungido". Así tenemos que cada uno de los nombres significan el Salvador o el Ungido; pero cuando se unen en un nombre compuesto significa "El Salvador Ungido"


La triste ignorancia heredada por algunos rosicrucianos hace que se haya extendido la idea de que Jesús y Cristo pudieran ser dos seres diferenciados; pero, como vamos a ver, esto no es así.


Jesucristo es, independientemente de que haya podido existir o no, la representación del Ser Humano iniciado que ha seguido el Proceso Chrístico y que ha conseguido la restauración de su Ser Interno mediante la resurrección o transfiguración; es decir, todos somos, en potencia un "Jesús" y todos, sin excepción, poseemos a Cristo, en tanto que Célula Divina, en nuestro Interior.


Jesús es la Última Personalidad responsable de permitir el despertar del Aspecto Cristo en nosotros. Por ello, no es exactamente Dios el que propicia la Salvación aunque sí el que la concluye; es Jesús, en tanto que Personalidad Humana debidamente preparada y experimentada quién despertará a la triste realidad de su existencia secundaria. Una existencia, aún así, necesaria para que tras su rendición permita que la Luz de las profundidades de Cosmos penetre la coraza de acero que supone su existencia, la de la Personalidad, inunde su interior y despierte al eterno durmiente, el verdadero Ser, Cristo, a quien suplantaba la Personalidad última, salvadora; en éste caso de Jesús.


Cuando el Salvador, Jesús, responsable del despertar del Niño Dios, se rinde a la evidencia de que él mismo no es importante, alimenta con su Esencia, el contenido de su Experiencia y Personalidad, al Bebé, capullo de rosa, recién nacido. Transcurrido el tiempo de lo que los rosacruces conocen como el Proceso Crístico, tras la previa iluminación, Cristo, ya maduro toma el control absoluto de su Vida; pero también asume la Personalidad de Jesús el Salvador y es solo entonces cuando se puede decir Jesús el Cristo o Jesucristo.


Decimos que el Cristianismo siempre tuvo la razón en cuanto a su Doctrina; pero no en cuanto a separar la figura de Jesús de la de Cristo. Los aspectos de Jesús y de Cristo se necesitan mutuamente pues sin la Personalidad salvadora, Jesús, el niño Dios durmiente jamás podría despertar y, por lo tanto, el proceso de Redención; es decir, la Salvación no podría producirse.


Jesucristo, en su conjunto, representa a la Criatura redimida; es decir el segundo aspecto de Dios en tanto que el Hijo. Jesucristo es el Hijo de Dios, independientemente de su existencia fabulosa o real; en tanto que Jesucristo nos representa a todos, humanos y no humanos, durante el proceso de Cristificación y posterior Transfiguración.


Aunque Jesucristo es fidedignamente Dios encarnado; sin embargo, es un grave error tomar la Figura de Jesús, por separado y denominarla como Dios, aunque sí sea nuestro Salvador, en tanto que Personalidad madura y preparada para su definitivo autosacrificio.


Un sacrificio imprescindible para que el Hombre Personalidad Jesús, pueda transformarse en el Hombre Dios que es Jesucristo.


No vamos a ilustrar con pasajes bíblicos lo que expondremos a continuación, dado que ya los hemos utilizado en algunas ocasiones; pero no dejaremos de recalcar que el propio Jesús, ya sea literario o histórico, dijo en diversas ocasiones que él era un Hombre y Hermano nuestro. También remarcó a sus discípulos que cuando alcanzaran la Iluminación, incluso cosas más grandes que él podrían realizar.


Él dijo que era el Hijo de Dios; pero también dijo que el resto de nosotros también lo somos y aunque inconscientes y desmemoriados somos parte integrante del Aspecto "Hijo" del Pleroma.


Cuando oremos tengamos todo lo anterior en cuenta y no dirijamos nuestras plegarias hacia una Entidad externa a nosotros mismos. Jesucristo no es un Ser externo a nosotros y, aunque no lo recordemos, el vive en nuestro interior. Nosotros como Pedro, Juan, María, Antonio o Isabel podemos ser ese Jesús Salvador que rindiéndonos propicie la redención o salvación de nuestro Ser, permitiendo que el Niño Cristo nazca en nuestro Interior y complete el proceso redentor que nunca, Pedro, Juan, María, Antonio o Isabel podrían realizar por sí mismos.


Oremos en silencio, en soledad y dirijámonos hacia lo más profundo de nuestro interior, procurando con nuestros ruegos y súplicas despertar al Cristo que todos llevamos dentro, dormidito; pero latente en potencia que al despertar conduzca no solo a la salvación de lo que nosotros, en verdad, somos sino de toda la Humanidad y toda la Creación; en tanto que Cristo es el mismo tanto viva dentro de mí o de tí. 


Podrá parecer dificultoso explicar esto; pero Dios es el mismo en todas partes, ya viva en tu corazón o en el interior de una piedra y aquí se cumple el principio holístico de Dios es todo y cada una de sus partes; pues bien, nosotros como Jesús, independientemente de nuestros nombres somos todas y cada una de esas partes.


Recuerden, Jesús, la última Personalidad es la que propiciará la Salvación; pero será Cristo, el Mesías Ungido (Dios), lo que deberá de completar el Proceso de redención asímilando a la propia figura del Salvador.


Aralba R+C

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