domingo, 19 de noviembre de 2023

28.- El Universo, en modo alguno es lo que parece

  "El Universo, en modo alguno, es lo que parece"


-Los que ves solo es un reflejo de aquello que no puedes ver-


Echando la vista al cielo y contemplando la compleja magnificencia de su inabarcable estructura, pudiera parecer, el Universo, la morada de Dios. Y todos, en algún instante, hemos pensado que mientras más penetramos en sus insondables misterios, más cerca nos encontraremos de Dios. Craso error.


El Universo es una compleja estructura, ciertamente, que se encuentra en un permanente movimiento dentro de una inmensa burbuja de espacio tiempo; precisamente, por ese movimiento y las velocidades tan impresionantes que consiguen los cuerpos estelares es por lo que los objetos del Universo no colapsan; por el contrario, todo se encuentra, en apariencia, perfectamente sincronizado como en una precisa maquinaria de relojería o casi. Exacto, el Universo es una maquinaria muy precisa y sofisticada; pero se encuentra muy lejos de ser perfecta.


Casi continuamente, astros y galaxias chocan entre sí provocando una ingente destrucción estelar. Existen infinidad de partículas, navegando sin control alguno, con una capacidad destructiva de tintes apocalípticos. En cualquier instante, en la vida de una estrella y de sus planetas y satélites, puede cruzarse un agujero negro que los destroce y nos haga ver lo equivocados que nos encontrábamos respecto a la Naturaleza perfecta y estable del Universo.


No, el Universo nada tiene que ver con el Mundo Original de donde se supone que los espírirtus proceden y donde mora Dios, quien dirige nuestros designios, Dios, el incognoscible. 


Aún siendo manifiesta la complejidad abismal del Universo y el vértigo que produce en nuestra comprensión, el Universo dicta mucho de ser algo perfecto. Si tuviésemos que determinar, por su perfección, si el Universo pertenece al Cielo  o al Infierno; sin duda diríamos que el Universo es una suerte de Provincia infernal.


El Universo, en su conjunto, es el Mundo de Maya, un lugar ilusorio que funciona a modo de un laberinto de espejos y cuyas imágenes se reflejan entre sí y de forma exponencial. El Universo es tan engañoso que parece infinito cuando no lo es; de hecho, esa amplitud delirantemente vertiginosa, solo es una impresión falseada provocada por la limitación de nuestros sentidos. Casi podríamos decir que el Universo verdadero cabe en la palma de nuestras manos y que lo que vemos tan solo es una impresión engañosa debida a los reflejos del laberinto de espejos de Maya.


Digamos que nuestro Universo es menos que una berruguita, incipiente, en el cuerpo del Eón Sophía. Un Eón que es parte consustancial del Pleroma y que, por propia naturaleza, pertenece al Concejo Celestial del Pleroma.


El Verdadero Universo, el Cuerpo del Pleroma, no es visible con nuestros ojos, por el mero hecho de que nuestros ojos solo pueden mirar hacia el exterior y el verdadero Pleroma, el Mundo de Dios, solo puede contemplarse hacia el interior, cerrando los ojos y acallando, en lo posible todos nuestros sentidos. A eso se lo denomina como Contemplación y es una forma muy específica de la meditación. Es la meditación en el Nirvana que nos legó Gautama, el Buda y es la verdadera oración a Dios que nos mostrara Jesús el Nazareno.


Se trata de un Universo lleno de magnificente luminosidad y donde los objetos son como puntos negros que quedan eclipsados por tal fastuosidad luminosa. Es un Universo que no solo es invertido al que conocemos gracias a nuestra mirada sino que está libre de los espejismos propios de un universo que se encuentra entrecruzado y plegado en sí y dentro de sí como un papel de aluminio que hubiésemos estrujado y cuyas paredes reflejaran mundos que parecieran distantes; pero que, sin embargo, se encuentran en nuestro cercano vecindario.


Nuestro Universo, el que vemos, es grande, complejo y extenso; pero no lo es tanto como parece pues su estructura se asemeja a un cerebro con pliegues y cuyas paredes celulares fuesen perfectamente transparentes.


Esos pliegues que intentan reproducir el Mundo de las Ideas; en realidad son inexistentes en el Pleroma, donde todo se encuentra estático y donde el movimiento no existe y todo permanece eternamente en una quietud absoluta que roza la perfección. Una perfección que deja de existir en cuanto nos dirigimos a los mundos fenoménicos similares a nuestro propio Universo.


Si deseas ver a Dios, no dirijas tus oraciones y alabanzas hacia las estrellas del cielo nocturno. Recógete en silencio, cierra tus párpados e intenta contemplar tu interior. Con un poco de esfuerzo y no tardando demasiado encontrarás a Dios dentro de esa extrema y cegadora luminosidad que caracteriza al Pleroma. El verdadero Universo, del cual, el que vemos, es un mero, diminuto y distorsionado reflejo.


Aralba R+C


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